El mundo Indígena Post- Hispanico.


El mundo Indígena Post- Hispánico.[1]

Indios, caciques y españoles.

Al momento de la conquista hispana, el entrelazamiento de los grupos étnicos de la región se manifestaba en la presencia de diversas colonias que compartían determinados espacios a los que con su presencia entregaban un carácter multiétnico. Los grupos andinos del sector de los valles occidentales, ubicados en el actual territorio chileno, estaban en realidad conectados con otras sociedades del altiplano que también mantenían colonos, incluso en los valles orientales en lo que es hoy Bolivia.

Cada uno de estos grupos parecía tener un afán de autosuficiencia. En vez de establecer relaciones de intercambio con otros que poseían en abundancia lo que a ellos les faltaba, dada su particular ubicación en el ecosistema andino, enviaban colonos o mitimaes a los territorios para obtener por explotación directa los productos complementarios. Si bien es cierto que los grupos de pescadores y los habitantes de los valles costeros de más al norte poseyeron extensos sistemas de intercambio, entre los habitantes de esta área el trueque parece haber tenido un radio más restringido. Por ello, muchos de estos grupos parecían constituir archipiélagos poblacionales, islas de gente de un mismo grupo conectadas por sus autoridades políticas y lazos de parentesco o intercambio entre sí, como si estuviesen aislados de los grupos con los que coexistían.

Esta realidad de diversos grupos con su propia historia, en permanente competencia, complementándose o conviviendo con indiferencia con sus vecinos, y la evolución que sufrieron con la conquista española, permite pensar que la historia andina es una y múltiple. Una porque comparten una misma raíz histórica; múltiple, por la diversas respuestas que se generaron frente a las nuevas condiciones.

Esta multiplicidad étnica se aprecia en los títulos tempranos de encomienda, la institución que permitía repartir a los indígenas entre los conquistadores más destacados por sus servicios, para emplearlos en sus empresas a cambio de financiar su adoctrinamiento en el cristianismo. La complejidad de esta realidad se puede ilustrar con lo que ocurría en el valle de Azapa, un valle costero, de acuerdo a la encomienda concedida a Lucas Martínez Vegazo, el primer encomendero de los indígenas del área.

Por una parte pareciera haber existido una población originaria de la costa y los valles bajos y cálidos que se podría denominar “yunga”, como esos mismos valles. Un segmento de ellos pertenecería a grupos de pescadores “camanchacas”, que también practicaban la agricultura en el valle de Azapa. Otro sector lo constituían los campesinos de tradición costera. A ellos se agregaban múltiples grupos de tradición altiplánica y de otros valles de Tarapacá. Dentro de estos grupos de mitimaes, los más numerosos fueron los del reino altiplánico de lengua aymará de Caranga. De hecho, uno de los jefes a nivel local de este grupo aparece como cacique de Lluta y Azapa en el título de encomienda de Lope de Mendieta, el encomendero de Caranga en el altiplano de la actual Bolivia.

Los españoles no estaban preparados para enfrentar y asimilar estos tipos de administraciones multivinculadas e interdigitadas. Siguiendo sus propios esquemas de ordenamiento, prefirieron establecer provincias o corregimientos con un solo mando y jurisdicción sobre territorios perfectamente delimitados. De este modo, antiguas islas de colonos quedaron aisladas de sus antiguos centros de origen y debieron convertirse en grupos independientes, con sus propias autoridades u otras impuestas. Este proceso no fue totalmente brusco y se puede seguir entre los siglos XVI y XVII.


A los cambios en el ordenamiento jurisdiccional, se agregaron todos los elementos de una empresa de conquista que no solo pretendía ganar territorios, sino también almas. Lucas Martinez Vegazo utilizó a sus encomendados en sus viñedos en el valle de Azapa, en sus silos en el valle de Lluta, en el mineral de Huantajaya y en la producción de trigo en Tarapacá. La presencia de registros en el pago de doctrineros indica que la evangelización se inicio tempranamente, aún cuando no conocemos su eficacia o sus efectos en este período. Sin embargo, las diferencias de cultura eran tan abismales que los españoles debieron recurrir a los caciques y mantenerlos para lograr la movilización de la mano de obra indígena de sus encomiendas, mediante antiguas prácticas de ruego y reciprocidad, a pesar de que la reciprocidad recibida de la autoridad superior desaparece cuando los españoles pasan a reemplazar al Inca. En su primera etapa, los encomenderos impusieron un pesado tributo en especie, servicios personales y una pequeña proporción en dinero, que fue creciendo progresivamente hasta transformarse en la casi totalidad del tributo, mediante la presión de las autoridades virreinales. Por otra parte, los diversos sectores que requerían de mano de obra se esfuerzan por lograr la integración de los indígenas. El tributo monetario fue una manera a obligar a los campesinos andinos a obtener dinero trabajando por salario en las minas o haciendas, o vendiendo el producto de sus chacras de subsistencia.
Otros cambios sustanciales en la vida de los campesinos fueron ocasionados por las políticas instauradas por el Virrey Toledo en 1570. Entre ellas el establecimiento de la mita de plata de Potosí y de mercurio de Huancavelica, que no afectaron directamente a los indígenas de Arica, pero si lo hizo el establecimiento de una mita agrícola en 1680, que servían pueblos del altiplano en una hacienda del valle de Azapa para abastecer a los arrieros de ese mineral que era exportado por el puerto de Arica. A ello se agregó la reducción de los numerosos y dispersos poblados andinos a un poco menos del 10%. Se quemaron los pueblos de aquellos que negaban a abandonarlos y se obligó a sus habitantes a asentarse en sitios más accesibles a los españoles y a construir sus nuevas viviendas dentro del entramado de calles y manzanas, trazadas al estilo español. Este cambio radical, que implico grandes migraciones internas, se justifico bajo la necesidad de agrupar a los indígenas para favorecer su enseñanza religiosa y para disponer de sus servicios frente a los requerimientos de las autoridades españolas. En cada pueblo principal se estableció un cabildo de indígenas o consejo municipal con diversas funciones, con lo cual se disminuyó el poder de los antiguos jefes o curacas, ahora transformados en caciques coloniales. Junto con la reducción de los indígenas a los nuevos pueblos, se efectuó un censo de población que mostró la radical caída demográfica de la población originaria, diezmada por los abusos, pero también por las enfermedades que trajeron los españoles. (…)

La extirpación de idolatrías o recristianización se realizó mediante el perseguimiento y castigo de todos aquellos que persistían en mantener ritos y prácticas de tradición religiosa andina. A fines del siglo XVII ya se ha consolidado lo que se llama el cristianismo andino. (…) Las nuevas autoridades étnicas han asumido su cristianismo y deben colaborar no solo en las tareas económicas sino también con los doctrineros. (…) A pesar de los intentos de presentar las prácticas religiosas andinas como obra del demonio, los doctrineros no lograron convencer a quienes las conservaron y las veían como necesarias para la fertilización de la tierra y la reproducción de sus ganados. (…)

En el marco del siglo XVIII los indígenas gozaban de una legislación que los consideraba como menores relativos, es decir, no podían actuar en negocios sin el visto bueno de un funcionario llamado “protector de indios”. En cierta manera estas medidas proteccionistas impidieron que las comunidades fueran despojadas de las tierras colectivas que les eran reconocidas como tales. Sin embargo otros cargos como el corregidor de indios, creados para proteger a la población andina, especialmente de los encomenderos, se transformaron en sus más directos explotadores.


[1] Fuente: Jorge Hidalgo L., Héctor González C. Académicos del Departamento de Arqueología y Museología de la Universidad de Tarapacá e investigadores del Centro de Investigaciones del Hombre en el Desierto.

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